viernes, 23 de abril de 2010

Gofio, gazpacho y Fútbol

Esta es una redacción que debe tener como un año. La tenía escrita en un cuaderno y me animé a subirla y a redactalarla un poquitín. ¡Aquí les va!:

---------------------------------------------------------------------

La idea de este “escrito”, por falta de una mejor palabra, pertenece en su totalidad a mi padre. Estábamos un sábado en nuestro “cibercafé”. El susodicho no es más que la “oficina” (que durante un tiempo no fue oficina, pero que el nombre está ahora totalmente justificado). Desde que la empresa familiar decidió mudarse de locación, nuestra escalera se ha llenado con toda suerte de aparatos bohemios, que excitan la imaginación de las personas, y a “la oficina” han ido a parar todas las computadoras de “la nave” (el antiguo local de la empresa familiar, que debería llamarse oficina) hasta que la mudanza acabe. Ahí estábamos mis padres y yo. Mamá mataba la parsimoniosa tarde soleada mirando gráficos de bordados en Internet. Yo intentaba escapar de mis deseos de salir de casa jugando en el ordenador. Para mí los sábados son días agradables, sin embargo, son también algo monótonos y metódicos, aún cuando en mi casa el 7mo día es conocido como el día de “comida alternativa” (eufemismo para: mejor acábense las sobras porque no quiero cocinar y no quiero que los sobrantes se pudran). Mientras yo y mi madre entumecíamos nuestras masas encefálicas con distracciones banales, mi padre de hecho hacía algo útil para el mundo: trabajaba. Entretanto que el hablaba por su celular, yo, que soy muy entrometida y tengo una habilidad casi fantástica para oír conversaciones ajenas mientras estoy “despistada”, capté que mi padre dijo la palabra “guay”. Para aquel que no esté familiarizado con el léxico español, guay es el equivalente de “chulo”, “bonito”, “bueno”, “bien”. Después de esto siguió una pausa a la verborrea de mi padre, e intuyo que durante ésta, el interlocutor le preguntó que significaba “guay”, pues mi progenitor le dio la explicación arriba mencionada. Segundos después la conversación de negocios concluyó. Yo, como servicial hija que soy, sumamente interesada en los asuntos de su padre, le comenté que se le había salido una palabra española. Desde ahora citaré tan fielmente como mi memoria me lo permita la conversación que siguió a este comentario. Va así:

-¡Pero claro! Si tengo una hija española- contestó mi padre.

-¿Pero que tontería es esa?- dijo mi madre -Irina no es española, ¡es dominicana de pura cepa!- A lo que yo comenté algo que no recuerdo y que tiene poca importancia. Mi padre dijo:

-¡Claro que es española! Si su (y a continuación dijo un término relacionado con el embrión y las células muy largo para escribir y entender) se alimentó de puro gofio, gazpacho y fútbol- Y después mis progenitores duraron un rato recordando esos primeros 4 años en Tenerife, cuando vivieron allá con mi hermano mayor y cuando yo no era más que un pensamiento. Y después, mientras todavía vivían en Tenerife, ese pequeño pensamiento se volvió un aún más pequeño cigoto.

Luego de esta conversación mi padre me sugirió que escribiera sobre el gofio, el gazpacho y el futbol y aquí estoy (conviene aclarar que mi padre está orgulloso de nuestra nacionalidad e identidad cultural y que sólo dice lo de España para bromear).


Comenzaré mi escrito para abordar el fascinante tema del gofio. Generaciones anteriores de dominicanos y canarios lo conocen. El gofio no es más que harina tostada de cereales a la que se puede o no echar azúcar y se vende en cucurucho. En mi país, República Dominicana, está relegado a ser un caramelo inusual y poco apreciado. Todo el mundo sabe lo que es, pero raramente se menciona. Está destinado a llenar una ínfima parte de los anaqueles de los colmados y a que no le presten mucha atención. Para los españoles, no obstante, es un complemento bastante versátil. Se usa para agrandar (aunque algunas personas prefieran el término “enriquecer”) sopas y caldos, asados, purés y carnes. Algo singular que le gusta hacer a los gamberros y bromistas de ambos países es poner una considerable cantidad de gofio en sus bocas, buscar a un desafortunado individuo y, justo en su cara, decir “gofio fiao”. El resultado no puede ser más desagradable o cómico (depende de cómo se mire): El recibidor de la broma acaba lleno de gofio y saliva.


El gazpacho, por su parte es una bebida estival compuesta por vegetales licuados y se sirve fría. Entre los españoles, este siniestro intento de batida es muy popular y distinguido, pero para los dominicanos no pasa de ser ensalada licuada.


Y por último, abarcaremos el tema del fútbol. El fútbol es el deporte rey en España y varios países del mundo. Es un deporte que mueve a millones de fanáticos, o, como se les conoce en la jerga del fútbol, “hinchas”. Pocas cosas hay más gloriosas que ver al equipo que uno apoya meter un gol en la portería del equipo contrario. Me contó mi mamá que, cuando estaba en el confortable mundo de su panza, vivíamos cerca de un Estadio de fútbol en las Canarias y que desde el techo del edificio ella podía oír y ver a miles de hinchas gritar cuando había partidos. ¡Tal vez de ahí viene mi afición al fútbol!

No hay comentarios:

Publicar un comentario